Ollantaytambo es sinónimo de buenas caminatas y choclo con queso. En su pacífica plaza se acomodan en temporada las vianderas con ejemplares de grano grueso —con denominación de origen— recién hervidos y piezas de queso fresco y cremoso. A veces también hay humitas, una suerte de tamalitos de maíz blanco delicados y tiernos. Saborearlos es tocar un poco el paraíso y llenarse de fuerza para trepar las cientos de escalinatas que conducen a uno de los más grandes tesoros cusqueños.
Ollantaytambo es uno de los lugares más interesantes del Valle Sagrado, famoso por su enorme centro ceremonial que muchos llaman equivocadamente “fortaleza”. Pero en realidad lo que cautiva es el pueblo mismo, que data de tiempos incas y guarda su estructura y arquitectura original, pero habitadas. Los recintos de piedra están separados por patios y las paredes están llenas de hornacinas. Las familias viven una rutina quieta y de comunidad entre paredes perfectas de piedra del siglo XIV. Sus callecitas, acueductos y pequeños bosques, todo arma un paisaje de cuento antiguo que transmite paz y buena energía. Quedarse un par de días es tener la suerte de sumergirse en un estado natural, idílico, que no se encuentra a la vuelta de la esquina.
La preservación de Ollantaytambo a futuro está asegurada. La comunidad, la municipalidad distrital, los gobiernos provincial, regional y nacional, y los principales actores del sector privado de turismo, agrupados en la Asociación TurismoCuida, se han unido para llevar adelante el Plan Wallata, que hará del distrito un modelo de desarrollo responsable y sostenible, y un destino turístico cultural ejemplar. LimaTours es miembro fundador de TurismoCuida.
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